Generalmente, el acto de morderse las uñas, se ve como un mero hábito que causa un problema estético en las manos que no va más allá de dejar marcas en los dedos. Sin embargo, este gesto puede provocar consecuencias infecciosas y problemas bucodentales de los que no se es muy consciente.
La ingesta prolongada y compulsiva de las uñas, que es conocida como onicofagia, puede ocasionar un deterioro excesivo de los incisivos, problemas para la mandíbula e incluso contribuye a la halitosis.
Este hábito suele venir adquirido de la infancia y responde en la mayoría de los casos a situaciones de nerviosismo o estrés. Un reciente estudio estima que el 45% de los niños se muerde las uñas, de forma inconsciente e intuitiva.
Cuando nos mordemos las uñas, la estructura que se encarga de protegerlas, la cutícula, que más expuesta y dañada. Por ello, favorece la proliferación de hongos y bacterias que pueden afectar a la cavidad oral. Este hecho, hace irremediable que en la edad adulta debamos evitar este hábito para mantener la salud dental de nuestros dientes y encías.
Consecuencias bucodentales de morderse las uñas
Desgaste dental: El mordisqueo continuo es capaz de erosionar el esmalte de los dientes sobre todo de lo incisivos mediante microtraumatismos. En algunos casos extremos incluso puede ocasionar astillados y fracturas en las piezas.
Problemas de mandíbula. Al morder las uñas ejercemos una presión y unos movimientos que fuerzan la mandíbula, y con el tiempo es posible que pasen factura a la articulación temporomandibular, pudiendo provocar dificultad y dolor para masticar los alimentos.
Halitosis: Las uñas son una de las partes del cuerpo que más suciedad acumula. Las bacterias, al pasar a la cavidad oral, pueden ocasionar mal aliento.
Abandona este hábito no es una tarea fácil, incluso en ocasiones requiere ayuda profesional. Proponte dejar de lado esta mala costumbre y comprobarás como mejora de forma significativa la salud de tu sonrisa.
Jesica Equísoain
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