La importancia de tener una buena mordida va más allá de ser una cuestión estética. La denominada maloclusión influye directamente tanto en nuestra salud dental como a nivel general. Tal es así, que la OMS (Organización Mundial de la Salud) sitúa esta afección bucodental como la tercera más sufrida por los personas, por detrás de la caries y de la gingivitis (inflamación de las encías).
Padecer una maloclusión puede derivar en dolores de cabeza y cuello y ocasionar problemas gástricos o de oído. Sin olvidarse de que afecta en el desgaste de los dientes, el debilitamiento de las encías y la movilidad de las piezas dentales. En ocasiones, incluso provoca una alteración de la fonética.
Una mordida ideal es aquella en la que los dientes superiores encajan ligeramente por encima de los inferiores al cerrar la boca. De modo que las puntas de los molares se ajusten a los surcos de los molares opuestos. Cuando esto no sucede, las afecciones generadas pueden ser de diversa índole.
Las causas de morder de manera incorrecta pueden deberse a malas costumbres adquiridas cuando somos niños. Chuparse el dedo o tomar biberón de manera prolongada en el tiempo puede influir en la forma de nuestra mandíbula. Por ello es imprescindible reconocer los beneficios que la lactancia materna tiene respecto al desarrollo mandibular.
Otras veces viene dado por un componente hereditario o por problemas de respiración nasal, en la que los pacientes se ven obligados a coger aire por la boca.
En cualquiera de los casos mencionados, lo aconsejable es hacer un diagnóstico temprano para atacar el problema en su fase inicial y evitar así dolores de articulación temporomandibular o reabsorción ósea.
Hoy en día gracias a los avances en ortodoncia y cirugía maxilofacial se consiguen todo tipo soluciones para cualquier tipo de maloclusión.
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